diseñOrnitocrático
Colapsos Galopantes Progresivos
Mire hondo, respire pal frente.

domingo, abril 30, 2006
Paciencia

Sabía que la misión era difícil, osada, casi imposible; pero necesaria. Todo lo que hacía falta era paciencia, una enorme cuota de paciencia. Justo hoy, cuando se debía más de treinta horas de sueño, siendo las ocho de la noche anterior las que más le pesaban.

Se aferró a la botella con ambas manos, cuidando que el movimiento del vagón no le hiciera perder el equilibrio. Tomó la tapa entre los dedos índice y pulgar (sí, ese pulgar opuesto que la evolución no le había quitado) y lentamente, muy lentamente, la giró, milímetro a milímetro, segundo a segundo, hasta que percibió la primera débil exhalación.

Todo era en realidad más sencillo, pero por algún motivo nunca lograba encontrar el modo más fácil. Había sido incapaz de detener una vida ajena que le consumía la propia. Había olvidado la existencia de esa botella, encontrándola justo en el momento de más desesperación, de más necesidad.

Más y más gente se aglomeraba a su alrededor, pero continuó imperturbable, girando cuidadosamente y cerrando con presteza, justo en el momento preciso, justo en el límite entre el éxito y el fracaso. Sin tener la real intención, borró de su cabeza cualquier otro contenido, prestándole absoluta atención al procedimiento aparentemente mecánico: abrir y cerrar, soltar el anhídrido carbónico y atraparlo; pero que se transformaba en un nuevo desafío cada vez que repetía el mismo ciclo.

Aunque demoraba mucho, el tiempo no se contaba en segundos. Se contaba en gotas que recibía entre sus dedos sin quererlo, gotas que presagiaban el posible desastre, gotas que obstinadamente se rehusaba a saborear. Porque tenía que tener paciencia, debía tener paciencia.

Finalmente sintió, con satisfacción, como la tapa cortaba definitivamente su conexión con el resto de la botella. Responsabilizándose de la disolución de aquel vínculo en apariencia permanente, convirtiéndolo en uno controlado únicamente por su voluntad.

Extremando el cuidado, ahora que el triunfo estaba tan cerca, acercó la botella a su boca y utilizó el último residuo de su tan abusaba paciencia, levantándola con más lentitud que nunca. 270º, 250º, 200º, 180º, 170º, 160º. Hizo el primer y único contacto con el líquido, indicándole a todo el resto de su cuerpo, en especial a su resentida garganta, que el placer se aproximaba. Aquel líquido (aquel placer) al que se había encomendado para que le salvara la vida.

Aunque no creía en el destino, fue él quien, materializándose en el cuerpo de un desequilibrado desconocido, provocó el desastre del que tanto se había cuidado. Como si el tiempo hubiese dejado de correr, contempló (con paciencia) el líquido que se derramaba sobre sus pies y decidió aceptar que en su vida ya no había vuelta atrás. Que las horas de sueño nadie se las devolvería.



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emanado por Javiera Pumarino a las 12:48 hrs     2 comentarios

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